
Filosofía y estilo de vida son dos conceptos en los que las grandes marcas han basado sus estrategias creativas y de promoción, y por eso hay un montón de términos yankis que catalogan como vestimos, como nos divertimos, qué escuchamos y cómo hablamos. Pero, ¿entendemos una mierda de esa jerga?.
Urban fashion, sport wear, street wear… lo mismo da que da lo mismo, no? Pues no, resulta que, aunque al final todo se mezcla, que es lo más interesante de estas catalogaciones, cada uno de estos palabros tiene su origen y define un estilo de vida característico, con una serie de códigos de vestir muy concretos.
El Street Wear, por ejemplo, es una tendencia que se ha democratizado e incluso se ha subido a las pasarelas de los grandes del fashion business en los últimos años, pero el término surge a partir de una moda muy concreta, nacida de la cultura del skate de mediados de los ochenta, aunque en la actualidad es ya una cultura muy extendida.
El término Street Wear se acuñó, como siempre, en los States, y empezó a identificarse como tal en el West Coast. A finales de los noventa las marcas de patín, que actuaban en un mercado muy concreto, se abrían al consumidor de a pié, aumentando la demanda. Empezaron a surgir marcas de Street Wear cuyas raíces eran el skateboarding y una actitud anti-stablishment. La primera marca real de Street Wear fue Stüssy, nacida en California a principios de los ochenta y dedicada en su origen al surf. Ha seguido el camino de la estética y la modernidad en sus líneas, enfocada a la cultura contemporánea popular.

Hoy por hoy Stüssy es una gran marca que trabaja con trendsetters en ciudades de todo el planeta y colabora habitualmente con músicos, djs y artistas en el diseño de sus colecciones. Estos vínculos la llevaron hasta Japón a mediados de los noventa, descubriendo los beneficios de las colaboraciones con otras marcas del sector en proyectos específicos y la cultura de los Toys y los Gadgets. Una nueva aportación a la transformación del concepto de Street Wear, junto a la creciente cultura del Hip Hop y el resurgimiento del estilo B-boy, que supuso la evolución del look del Street Wear (que no hay que confundir con el Urban Fashion, que definió la moda de los barrios de las grandes ciudades, en plan Fresh Prince of Bel Air).

Surge entonces una oportunidad de negocio que las marcas no pueden obviar y empiezan a desarrollar divisiones y segundas líneas con las que cubrir la demanda de los adeptos a esta cultura. Sneakers de ediciones limitadas, camisetas oversize, pantalones caídos, gorras… todo tiene su historia, su origen y su porqué: evocaciones al look retro ochentero del skate, el estilo de los grandes de la escena underground, colaboraciones especiales de artistas y músicos, reediciones especiales… todo forma parte de la transformación de un producto que genera a su alrededor un halo de mito que lo hace más deseable.

Nike SB, Adidas Originals, Vans, Reebok, Puma, Asics, Saucony, Carhartt, Nudie, etc., etc… todas se nutren de un estilo de vida concreto, de la cultura de la calle y nos devuelven su versión revisada súper ultra cool, para que no podamos vivir sin ella. Pero al final, el crossover entre estilos y sub-culturas está a la orden del día, y la diferenciación que buscamos está en el uso que hagamos de sus elementos.

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