Amberes es uno de los epicentros del diseño europeo. De su Real
Academia de Bellas Artes han surgido los archiconocidos “Seis de
Amberes”, una envidiable banda de genios con súper poderes únicos que
siguen firmes en su misión de combatir la vulgaridad del diseño
comercial contemporáneo.
Aquella primera
remesa, entre los que encontramos nombres como Ann Demeulemeester o
Dries Van Noten, surgió a finales de los ochenta y la fábrica de
talentos ha seguido formando a genios como Bernard Wilhem y Martin
Margiela. Veintitrés años después, Six Lee salía del
departamento de Moda de la Academia de Amberes con un título en la mano,
una mente efervescente y un billete de ida a Londres. El equipo de diseño de la línea para hombre de Alexander McQueen le
estaba esperando.
La influencia de la sastrería británica en el trabajo
de Six Lee es la base de una trayectoria aún corta pero con mucho peso.
La minuciosidad de los cortes y la pulcritud de los acabados toman forma
para alimentar nuestros delirios de alcanzar un presente perfecto que
combine la añoranza de los buenos tiempos pasados con la garantía de un
mundo futuro en el que no hay espacio para repetir viejos errores.
Six Lee nos presenta siluetas del british tailoring
de la aristocracia del siglo XIX creando un universo de colores fríos,
geometría y cortes imposibles pero muy reales. No apta para
sensibilidades conformistas, esta colección vive de diferentes tonos de
azul, representando una cronología cromática entre el pasado y el
futuro. Cada una de las prendas se compone de piezas estructuradas cuya
lectura desprende la necesidad humana de recolectar esos pequeños
fragmentos de experiencias pasadas que retenemos para conseguir la
fórmula magistral que nos haga evolucionar siempre a mejor.
Pero no
profundicemos en los deseos del subconsciente de esta manera, no nos
volvamos trascendentes. Puede que tan sólo debamos mirar con ojos
curiosos los divertidos guiños que el diseñador hace a algunas de las
vestimentas más pintorescas del siglo XIX. La indumentaria propia del
gremio de la investigación privada y los rangos más honorables del clero
de aquellos años conservan la tradición de la sastrería clásica pero
impactan por un giro futurista bien marcado. Es muy refrescante.
Esta colección es la forma particular que tiene Six
Lee de perpetuar la esencia de un oficio noble, como es el del sastre,
innovando en una disciplina cuyos pilares son, en un principio,
inamovibles. Es lo que tiene ser asiático formado en la fábrica
de talentos de Amberes, la riqueza de referencias artísticas de la
cultura china acaba filtrándose a través de una mente preparada para
ejecutar con brillantez futurista un oficio de siglos.
Los detalles de estilismo, como los Oxford dorados de suela
corrida, las gafas retrofuturistas y el pelo de presentador virtual de
un programa musical de los noventa, terminan de darle el toque canalla
que define bastante bien a su público objetivo: un hombre que admira la
clásica elegancia de los caballeros del pasado y que vive el presente
adelantado a su tiempo, siempre jugando a ser truhán y señor.
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