La ciudad brilla de una forma mágica desde las alturas. Mil luces centellean con intensidad desde las calles mojadas, donde peatones y vehículos se mueven hacia una meta pre-establecida y nada les hace cambiar el rumbo.
En el Newark Liberty Airport el tumulto de las idas y venidas de viajeros y soñadores disminuye a estas horas. Las terminales están semivacías y el personal del aeropuerto posee esa actitud despreocupada y relajada del que sabe se acerca el final de una dura y estresante jornada de trabajo. Acudo a buscar mi equipaje. Espero frente a la cinta transportadora, conteniendo la respiración, deseando con todas mis fuerzas que no se haya "extraviado", algo muy frecuente en mi entorno últimamente. Aparece. Lanzo un suspiro de alivio y presurosa lo recojo. Aún me queda un trecho hasta la ciudad que nunca duerme. Fuera llueve y hace frío, pero no es el motivo del escalofrío que recorre mi cuerpo, desde los pies a la cabeza. Es un temblor familiar, el de la impresión y la emoción de estar en un lugar especial, que sugestiona mis cinco sentidos, que alerta mi mente para no perder ni un sólo detalle, que me prepara para absorberlo todo y procesarlo, hacerlo parte de mi.
Ya en el autobús a N.Y.C. las emociones se acentúan, van cobrando intensidad y me resulta más dificil controlar los pensamientos, que se precipitan libres, sin control, dentro de mi cabeza. Lo que ha de venir, lo que quedó atras, lo que permanece en mi corazón, lo que no se puede olvidar. La alegría de ver otro sueño cumplido, la certeza de saber que voy a aprovechar cada segundo de este viaje, la satisfacción de poder decir que no voy a defraudar a las personas que han confiado en mí al darme esta oportunidad, pero sobretodo, saber con toda seguridad que no voy a defraudarme a mí misma.
Durante el trayecto observo el movimiento de la ciudad, me fijo en las vallas publicitarias, los edificios, las aceras repletas de gente, el pavimento mojado que refleja la vida de sus calles, todo es diferente, pero igual. Llegamos a Grand Central y al bajar del autobús mi hermana está allí para recibirme. Otro motivo más de alegría. En casa está mi sobrina esperando a que llegue, no quiere acostarse hasta que mamá y la tía no hayan llegado. Su ilusión es la mía, un sentimiento incontrolable que prevalece sobre todo lo demás. En el tren hablamos de mil cosas, y al llegar, carrera, salto y súper abrazo y beso de la pequeña Carme. Un pequeño rayo de sol que ilumina la noche de tormenta y lluvia, un momento más para no olvidar.
Recién llegada, con las maletas aún por deshacer, trato de conciliar el sueño para enfrentarme a un mañana intenso. No puedo dormir, mi mente funciona al cien por cien, pero mi cuerpo no puede seguir en pie ni un minuto más. Hoy ha sido un día largo y el concubio espera a que me entregue sin condiciones. Y eso es lo que haré, dejarme caer en un sueño profundo, para poder despertar en la jungla de asfalto, dispuesta a conquistarla.
En el Newark Liberty Airport el tumulto de las idas y venidas de viajeros y soñadores disminuye a estas horas. Las terminales están semivacías y el personal del aeropuerto posee esa actitud despreocupada y relajada del que sabe se acerca el final de una dura y estresante jornada de trabajo. Acudo a buscar mi equipaje. Espero frente a la cinta transportadora, conteniendo la respiración, deseando con todas mis fuerzas que no se haya "extraviado", algo muy frecuente en mi entorno últimamente. Aparece. Lanzo un suspiro de alivio y presurosa lo recojo. Aún me queda un trecho hasta la ciudad que nunca duerme. Fuera llueve y hace frío, pero no es el motivo del escalofrío que recorre mi cuerpo, desde los pies a la cabeza. Es un temblor familiar, el de la impresión y la emoción de estar en un lugar especial, que sugestiona mis cinco sentidos, que alerta mi mente para no perder ni un sólo detalle, que me prepara para absorberlo todo y procesarlo, hacerlo parte de mi.
Ya en el autobús a N.Y.C. las emociones se acentúan, van cobrando intensidad y me resulta más dificil controlar los pensamientos, que se precipitan libres, sin control, dentro de mi cabeza. Lo que ha de venir, lo que quedó atras, lo que permanece en mi corazón, lo que no se puede olvidar. La alegría de ver otro sueño cumplido, la certeza de saber que voy a aprovechar cada segundo de este viaje, la satisfacción de poder decir que no voy a defraudar a las personas que han confiado en mí al darme esta oportunidad, pero sobretodo, saber con toda seguridad que no voy a defraudarme a mí misma.
Durante el trayecto observo el movimiento de la ciudad, me fijo en las vallas publicitarias, los edificios, las aceras repletas de gente, el pavimento mojado que refleja la vida de sus calles, todo es diferente, pero igual. Llegamos a Grand Central y al bajar del autobús mi hermana está allí para recibirme. Otro motivo más de alegría. En casa está mi sobrina esperando a que llegue, no quiere acostarse hasta que mamá y la tía no hayan llegado. Su ilusión es la mía, un sentimiento incontrolable que prevalece sobre todo lo demás. En el tren hablamos de mil cosas, y al llegar, carrera, salto y súper abrazo y beso de la pequeña Carme. Un pequeño rayo de sol que ilumina la noche de tormenta y lluvia, un momento más para no olvidar.
Recién llegada, con las maletas aún por deshacer, trato de conciliar el sueño para enfrentarme a un mañana intenso. No puedo dormir, mi mente funciona al cien por cien, pero mi cuerpo no puede seguir en pie ni un minuto más. Hoy ha sido un día largo y el concubio espera a que me entregue sin condiciones. Y eso es lo que haré, dejarme caer en un sueño profundo, para poder despertar en la jungla de asfalto, dispuesta a conquistarla.
3 comentarios:
quina emoció. Las fotos son una pasada ¿son todas tuyas? besets
Hola Antonio!! estas últimas no lo son, pero en todas las entradas intento que sean de cosecha propia!!
Graciasmil por tu seguimiento!!
Ros.Catwoman
va q todos confiamos en q la conqistaras. Solo saca tus estupendas garras y los nuyorikas se rendiran a tus pieses. Un abrazo sista!
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