(microrelato)
Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas. Actúo con toda normalidad procurando que mi cuerpo oculte la maniobra. Alguien golpea el cristal de la puerta y entra precipitadamente en la sala.
- “No debería estar aquí”.
Me vuelvo, tranquila.
- “Necesitaba ver a mi bebé”.
Ella me observa, estudia mi rostro, clava sus astutos ojos en los míos.
- “Está perfectamente. Ahora vuelva a la cama”.
Me sigue hasta la habitación para asegurarse de que me acuesto. Espero unos minutos después de que se haya marchado. Cojo la bolsa de viaje del armario y vuelvo a la sala.
- “Ven pequeño. Nos iremos muy lejos. Tú si eres perfecto, como yo”.
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